Alberto Casañal Shakery (San Roque, Cádiz, 1874 - Zaragoza, 1943), poeta, comediógrafo, humorista y escritor costumbrista español.
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Alberto Casañal Shakery | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
22 de junio de 1874 ![]() San Roque (España) ![]() | |
Fallecimiento |
6 de febrero de 1943 ![]() Zaragoza (España) ![]() | |
Sepultura |
Cementerio de Torrero ![]() | |
Residencia |
Zaragoza ![]() | |
Nacionalidad | Española | |
Familia | ||
Padres |
Dionisio Casañal Zapatero ![]() Ramona Shackery y Rubin de Celis ![]() | |
Cónyuge |
Josefa Serrano Herrera ![]() | |
Educación | ||
Educado en |
Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza ![]() | |
Información profesional | ||
Ocupación |
Dramaturgo, escritor y poeta ![]() | |
Empleador |
Heraldo de Aragón ![]() | |
Género |
Poesía y dramaturgia ![]() | |
Nació circunstancialmente en San Roque, Cádiz, hijo del conocido topógrafo Dionisio Casañal; fue a Zaragoza de niño y allí vivió siempre. Se licenció en Ciencias Físico-Químicas y fue catedrático de Matemáticas en la Escuela Industrial de Zaragoza.[1]
Comenzó a componer versos en grande abundancia y con la mejor gracia, siendo especialmente célebres sus romances baturros; el más popular de los poetas regionales aragoneses, llegó a ser nombrado hijo adoptivo de Zaragoza. Recopiló cantares tradicionales baturros y escribió en aragonés y castellano narraciones y muy numerosas piezas breves cómicas de teatro, casi siempre ambientadas en Aragón y de fuerte sabor regionalista, a veces en colaboración con su amigo Pablo Parellada. Colaboró en La Gran Vía, Barcelona Cómica, Pluma y Lápiz y otras publicaciones.
El 22 de diciembre de 1914 presentó ante los lectores del Heraldo de Aragón "su irrevocable dimisión" al estar convencido de que le iba a tocar el gordo de la lotería de Navidad de dicho año:[2]
Cuando leáis esta carta de despedida (¡agarrarse!) ya seré rico; tan rico, poderoso e importante como Lerroux, Romanones y otros ilustres cofrades que, gracias a su talento, han conseguido forrarse de billetes y ser amos de España y sus arrabales.
La fortuna no le sonrió como él creía. Al día siguiente, rectificó explicando que su dimisión se debió a:
Una obcecación ridícula, que puso en tensión mis nervios, me hizo soñar, un instante, con pescar el primer premio.
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